Seguramente no somos originales cuando afirmamos que la posibilidad de conexión con este tiempo no está lejos de María. Ella, con su particular generosidad de madre, está bien cerca de este momento, esta sociedad y esta cultura en la que tantas veces nos cuesta encontrar conexión con los principios de fe.
Y es como si María, la madre, el Perpetuo Socorro de cada persona y cada historia, estuviese en la palma de la mano. Siempre disponible, siempre cercana y siempre posible.
La vida de fe y el calor, que las comunidades cristianas tenemos que celebrar, pueden encontrar en el estilo próximo de María la manera de cómo acercarnos a cada uno, cómo escuchar cada vida, cómo acariciar cada dolor o atenuar cada sufrimiento. María es el paradigma de una Iglesia en salida y en acogida. Una Iglesia peregrina y ágil que está presente en cada persona y acontecimiento. El paradigma de una Iglesia madre que no quiere la foto perfecta, ni la celebración perfecta de la familia perfecta, porque no existe. Quiere el encuentro de los distantes, la concentración de los dispersos y el reconocimiento de quienes habitualmente la sociedad no reconoce.
Celebramos un año más el Perpetuo Socorro. Se mueven en nuestro interior recuerdos del ayer. Solo son recuerdos, porque la fe tiene que ser una respuesta actual. El Perpetuo Socorro necesita manos y voces de este presente para llegar “socorriendo” a la necesidad de este presente. El misterio de verdad somos nosotros. El milagro transformador es nuestra comunidad reunida y convocada en la fe.
Si algo tenemos que pedirnos hoy son dos aspectos. Por un lado, saber ver más allá de donde habitualmente ponemos nuestros ojos. El bien y el don de la maternidad de María no lo agotamos solo nosotros que, por supuesto, no somos los buenos. Está presente en infinidad de signos de nuestro mundo. En cantidad de mujeres que se quitan el bocado para sacar adelante a los suyos; en las personas que gastan su tiempo, su dinero y su vida en un sano compartir por el mero hecho de ser humanidad. Por otro, en hacernos una pregunta sincera y directa. Más allá de formas, tradiciones y recuerdos… yo, de verdad, ¿creo? Y si creo, ¿no debería vivir de otro modo? ¿Compartir de otro modo? ¿Juzgar de otro modo?
Pídele fuerza para aprender a compartir tanto bien recibido y gracia para no gastar lo mejor de tu vida pensando solo en ti
Desde esta tu revista, una sugerencia para vivir este año el Perpetuo Socorro. Ponla en la palma de tu mano. Déjala que viva contigo, que te acompañe, que sea tu fuerza. No hace falta que le digas cosas, deja que ella te diga. Día y noche que sea tu apoyo, tu seguridad y tu gesto. Solo una intención y una súplica.Pídele que te ayude a creer y a sentir como ella te cree. Pídele fuerza para aprender a compartirtanto bien recibido y gracia para no gastar lo mejor de tu vida pensando solo en ti.
El rostro del Perpetuo Socorro es la armonía de la vida. Sostiene a quien salva, pero no muestra el esfuerzo por hacerlo; la sola mirada es comprensión de cada vida contemplada, de cada historia y de cada persona. Ojalá, este año, nos conceda la Virgen Madre una fiesta comprometida, sincera y abierta a todos. Una fiesta tan próxima y alternativa como llevar a la Virgen en la palma de la mano.
Francisco Javier Caballero, CSsR
director@revistaicono.org