Reza como si todo dependiera de Dios, y actúa como si todo dependiera de ti.

Creo que es una de las sentencias que más me he repetido durante toda mi vida. Particularmente en mi etapa de estudiante. Dios no va a venir a rellenarte las preguntas del examen, me decía. Aunque también reconocía que algo debía haber ahí, cuando aquellas metas académicas que me parecían insalvables iban siendo superadas.

Otra frase habitual de los entornos de formación en la Fe es esa que habla de los cristianos que aún tienen puesto su vestido de primera Comunión. Es una forma de explicar que, en ocasiones, el paso a la vida adulta y los aprendizajes que eso comporta en múltiples campos (el académico, el familiar, el laboral) no están acompasados con los aprendizajes en la Fe. Y en ocasiones yo me reconozco un poco ahí, cuando me repito esa frase, pero olvido lo primero y me obceco en los segundo. Y lo transformo en: actúa, porque todo depende de ti.

Durante la pandemia, ese periodo en el que surgieron supuestos virólogos, epidemiólogos y especialistas en salud pública debajo de las piedras, me familiaricé con un concepto denominado el efecto Dunning-Krueger. Se trata de un sesgo cognitivo, un efecto de los atajos que empleamos los humanos para pensar, pero que en ocasiones nos llevan a tomar decisiones incorrectas.

Este concepto explica que al recibir información sobre un tema, aunque sea mínima e inexacta, una persona puede obtener una sensación de confianza que le lleva a pensar que tiene una compresión amplísima de ese concepto. Sin embargo, si esa persona continua formándose y ahonda en las complejidades de ese tema, al aumentar su conocimiento desciende rápidamente esa sensación de seguridad. La confianza desaparece al tener más información, y solo va aumentando, levemente, conforme el conocimiento es más y más avanzado.

Es lo que explica que los grandes especialistas en un campo sean, al mismo tiempo, amplios conocedores de lo que no saben, y renuentes a ofrecer conclusiones categóricas. Y provoca la paradoja: que personas con mucho menos conocimiento tiendan a dar lecciones sobre un tema y exhiban una compresión abrumadora de sus implicaciones, mientras que aquellos que son verdaderos expertos sean mucho más cautos. Solo sé que no sé nada.

Seguro que el lector reconoce ejemplos de quienes están en ese estadio de confianza, pero que en el fondo no saben nada. En los medios de comunicación o en el entorno cercano. Pero es mucho más difícil reconocerse uno mismo en esa situación. Y es evidente que todos hemos pasado por ahí, porque no dominamos todos esos temas de los que, de tanto en tanto, expresamos una opinión.

También yo me reconozco ahí. Lo hago cuando me repito eso de que debo actuar como si todo dependiera de mí, como si eso fuera posible, Porque si hasta los que más saben de algo son conscientes de sus dudas, tanto más yo, que en ocasiones me percibo con ese traje de primera Comunión.

Y vuelvo al primer enunciado de la frase: reza como si todo dependiera de Dios. Porque no te va a rellenar el examen de la vida, pero serías un necio si pensaras que conoces todas las respuestas.

 

Miguel Ángel Moreno

Periodista