Lo más triste de la guerra en Ucrania son los muertos, los heridos, las personas que se han quedado sin casa y sin bienes. También es triste, pero en cierto modo es también una suerte, que bastantes personas hayan tenido que salir del país. Triste por haber abandonado su tierra y una suerte si han sido acogidos en otras tierras.

Además de cosas tristes las hay muy asquerosas. No encuentro un calificativo mejor. Asquerosas por diferentes motivos, eso sí. Me parece muy sucio, muy poco ético, muy poco elegante, que algunas empresas norteamericanas hayan subido en bolsa, por haberse enriquecido con la fabricación y venta de armas. La guerra, además de ser injusta y de matar a gente, es fuente de riqueza. Una riqueza que uno no sabe cómo calificar. Es claro que si una de estas empresas que fabrican y venden armas deja de hacerlo, otras lo harán. Y es claro que un país agredido tiene derecho a defenderse, aunque también tiene que buscar modos de perdonar y de reconciliarse.

Dejo esto y vuelvo a las empresas. No sé si un modo de lavar ese dinero, adquirido con el sufrimiento y la muerte injusta de otros, podría se ayudar a las víctimas o reservas estas ganancias para cuando llegue la hora de reconstruir el país destrozado, En todo caso sería un gesto que muchos valorarían positivamente y que haría de ese dinero sucio, como sucias son todas las armas, un dinero un poquito menos sucio. Un gesto que es de suponer que no llegará, porque el dinero es muy tentador. En realidad, como dice la Escritura, es una idolatría, o sea, lo opuesto a Dios y al dinero.

Otra canallada es la muerte, por supuesto suicidio o por supuesto accidente, de una serie de empresarios rusos, casi todos vinculados a la industria del petróleo, después de haber criticado la entrada de las tropas rusas en Ucrania. Con toda intención escribo lo de «supuesto suicidio» o «supuesto accidente», porque es muy dudoso que no hayan sido reales asesinatos. Así paga el presidente de la federación rusa los desacuerdos con su política, que para él deben ser alta traición, cuando en realidad son manifestación de rectas conciencias o, al menos, de sensatez.

Así está el mundo, así es la política, así es la guerra. Ya sé que mis lectores poco o nada pueden hacer. Bueno, algo si que pueden hacer, manifestar su asco como yo manifiesto el mío y rezar para que Dios tenga misericordia de todos y llegue pronto la paz. Y, por supuesto, colaborar, en la medida de sus posibilidades con instituciones que acogen a refugiados o que ayudan a las víctimas de la guerra.

 

Martín Gelabert, op

Este artículo fue publicado en ICONO en febrero 2023