MARIAEn la Salve hay como un exceso amoroso de títulos con los cuales María es saludada o incluso piropeada: reina, madre de misericordia, vida, dulzura,
esperanza nuestra, abogada nuestra, clemente, piadosa, dulce virgen María. Nueve o diez expresiones reflejan la identidad en ella celebrada. María es reconocida como Reina. Sabemos la importancia que tiene en los relatos míticos, legendarios, la Reina, la Reina-madre. Ella fue antes princesa. Las princesas de los cuentos nos suelen emocionar con sus historias.

Cuando acaba su aventura, un príncipe suele desposarlas. Son felices. Y se convierten en Reinas. María fue esa princesa, escogida por el mismo Dios, para convertirse en Reina, en Reina-Madre. De ella nació el más esplendoroso vástago y rey. Jesús-rey, el Hijo de Dios, el hijo de David, cuyo reino no tendría fin. Encontrarse con la Reina es todo un privilegio, un regalo. Es encontrarse con el seno materno, con la fuente de la vida y de la prosperidad. Se decía que en las más antiguas monarquías, si importante era la Esposa del Rey, más importante aún era la Reina-Madre. Ante ella siempre el rey se postraba. Ante ella, todos se postraban. Es casi como una manifestación teofánica de lo divino. María es la Reina Madre que con Jesús huye a Egipto, para que Herodes no mate al rey heredero. Ella es la Reina- Madre que presenta a Jesús a los Magos para que lo adoren y a los pastores. Ella es la Reina-Madre humilde, sencilla, que nunca busca el lujo, el privilegio, sino que está muy cerca, muy cerca del pueblo, de los sencillos. Cuando ella se hace
presente, todos respiran, se tranquilizan, esperan.

MADRE DE MISERICORDIA
La gran característica de la Reina Madre es ser “madre de misericordia”. “Cordia” y “miseri” son dos palabras que hablan del corazón y de la miseria. El corazón volcado, orientado hacia la miseria, hacia los miserables. La madre Reina es misericordiosa, tiene un corazón proclive hacia los más necesitados.

No busca las élites, la “high society”. Es la madre preocupada por los últimos, por los desheredados, por los sin casa. Los ojos de la Reina-Madre son por eso, misericordiosos. Tienden a posarse amorosamente en aquellos que no cuentan, que pasan desapercibidos, a quienes nadie atiende, ni mira. Se suele decir que como seres vivientes vivimos, pero como seres humanos existimos. Para existir se necesita algo muy importante: no se existe solo porque tenemos vida, vida biológica, se existe cuando vivimos “ante la mirada del otro”. Es la mirada del otro la que nos concede el don de la existencia. María, la Madre-Reina, hace existir a todo aquel que es necesitado, marginado, olvidado. Sus ojos llegan a todos, captan a todos. Ante la Madre nadie pasa desapercibido. Ante ella, todos adquirimos existencia. Ante ella nadie está solo.

MARÍA FUENTE DE VIDA
La gran característica de la Madre es ser fuente de vida. Fuente de Jesús, esa Vida exuberante e inigualable. Jesús que dijo: “Yo soy la Vida”, tenía como fuente de su ser al Espíritu Santo y María: “Soy de la Virgen María y del Espíritu Santo”, canta uno de nuestros más famosos villancicos.

Por eso, a María, la llamamos “vida”. Hay una preciosa canción polifónica renacentista de Juan de la Encina (1468-1530) que dice así: “¿A quién debo yo llamar vida mía, sino a ti Virgen María”. María es la fuente de vida, no solo de Jesús. Ella es y será siempre también vivificante para nosotros.

José C. R. García Paredes, cmf