“El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos”. Ésa es nuestra fe. No hemos creído en un superhombre; no hemos puesto nuestra confianza en el mago de los magos, ni en el héroe de los héroes, ni en el atleta de los atletas; nuestra esperanza no está puesta en un Dios que pondrá el mundo a nuestros pies si, postrándonos, lo adoramos. Nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor están puestos en un Dios que es amor y que, por amor, porque nos amó hasta lo impensable, hasta lo no imaginable, se hizo pobre, se hizo carne, se hizo uno de tantos, se hizo último, se hizo siervo de todos, se hizo pan sobre la mesa de todos, y dio su vida por la vida de todos.
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