“Ninguna descripción, ninguna ilustración de cualquier libro puede sustituir a la contemplación de los árboles reales y de toda la vida que los rodea en un bosque real”. María Montessori
Beneficios de estar en contacto con la naturaleza.
Conocer el entorno que nos rodea y la razón por la que nosotros estamos vivos, resulta fundamental a la hora de ponernos a hablar de naturaleza. Somos lo que somos por lo que tenemos y lo que nos rodea, por todo lo que: un bosque, un río, una montaña o una puesta de sol frente al mar, nos aportan.
Tanto para los adultos como para los niños pasar tiempo en plena naturaleza, en soledad o acompañados, nos ayuda a conectar con nosotros mismos y a contemplar la belleza que nos envuelve y que hace posible nuestra vida. Jugar en jardines y pasear en zonas verdes, nos ayuda a tomar conciencia de lo que tenemos alrededor y, por lo tanto, a cuidarlo como un tesoro.
Se puede establecer un contacto gratificante con la naturaleza de muchas formas, por ejemplo, planificando una ruta por un bosque, yendo a merendar al campo, dando un paseo en bicicleta o simplemente contemplándola desde zonas de descanso y miradores
¿Existe el Trastorno de Déficit de Naturaleza?
Algunos expertos revelan que el aislamiento del medio natural puede derivar en diferentes trastornos, entre ellos, el que denominan Trastorno de Déficit de Naturaleza que está siendo cada vez más notable entre la población más pequeña. El consumo y abuso de las nuevas tecnologías, así como la falta de tiempo de las familias, tiene serias consecuencias que pueden ser de tipo físico o psíquico. Entre otras se encuentra la obesidad, la ansiedad, el estrés, la falta de concentración, los trastornos de aprendizaje e incluso la hiperactividad y las alergias.
Pasar tiempo en el parque o en el campo nos ayuda a desarrollar nuestro autoconocimiento y autocuidado. Dejar espacios a los niños y adolescentes para que conecten con la naturaleza sin miedo a que se mojen, se ensucien o les piquen los bichos, también resulta beneficioso para ellos y desarrolla capacidades como la exploración, la creatividad y el desarrollo cognitivo y emocional.
Oler flores, tirar piedras a los charcos, observar insectos y peces, ir a buscar moras o plantar semillas son experiencias sensoriales que provocan en los niños sensaciones arraigadas a emociones que les ayudan a crecer y que en algún momento de su vida recordarán con añoranza y cariño. Ver, tocar, oler lo que les rodea en un medio natural resulta un aprendizaje vivencial mucho más funcional y motivador que ver en un vídeo en su propia casa o en el colegio.
Excursiones fuera del aula
Durante todo un curso escolar, en nuestro colegio realizamos diferentes actividades fuera del aula de manera que el aprendizaje de los niños sea más emocionante y vivencial. Desde hace unos años, el claustro de profesores pone especial hincapié en actividades que tienen que ver con el contacto con la naturaleza, desde las Granjas Escuelas con los niños más pequeños del colegio hasta actividades como la Ruta del Cares, descenso en canoa o raquetas en la nieve con los alumnos más mayores de secundaria o bachillerato.
Son muchos los beneficios que se obtienen con estas actividades tanto a nivel educativo como social, puesto que permiten aplicar la práctica de los conocimientos teóricos vistos o aprendidos en el aula, fomentar la convivencia, ya que compartir un nuevo espacio une y da la posibilidad de relacionarse con otros compañeros con los que en clase no han tenido oportunidad; se pueden hacer también nuevos descubrimientos e incluso trabajar en equipo con diferentes dinámicas. Pero, sobre todo, permiten crear en cada estudiante experiencias personales únicas vinculadas al descubrimiento de nuevos lugares que les generarán un sinfín de sensaciones.
Cuidar lo que nos cuida
Convivir con la naturaleza nos obliga, de alguna manera, a aprender a cuidarla. Tener unas buenas experiencias al aire libre ayuda a que otras personas también las tengan y seamos todos responsables de nuestros actos.
Puede sonar utópico, pero dejar las cosas mejor de cómo nos las encontramos debe ponerse siempre en práctica cuando hablamos del medio natural. Recoger nuestros desechos o los de otros, no hacer ruidos asustadizos o innecesarios, hablar en un tono de susurro en lugares donde hay animales, no coger ni espantar a los insectos o animales y caminar por las zonas señalizadas, son normas básicas que desde pequeños los niños tienen que aprender y nosotros, como adultos, debemos darles ejemplo con nuestros comportamientos.
Respirar aire fresco, contemplar la naturaleza y conectar con ella nos sana y nos cura. Pasar tiempo en el medio natural genera paz interior, algo que hoy en día resulta difícil de sentir. Poner atención en esa calma nos serenará en nuestro día a día y hará que seamos más conscientes de nuestras emociones y podamos resolver los problemas de la vida con asertividad y resiliencia.
Eugenia Aparicio