en el Monasterio San Miguel de Arnedo (La Rioja)
Bajo el Cerro de San Miguel se encuentra el que sin duda es el complejo más intrincado y asombroso de todo el Valle del Cidacos: la Cueva de los Cien Pilares.
El origen de este lugar
Su origen se remonta la Edad Media cuando la inseguridad en los valles obligó a sus habitantes a buscar refugio en lugares más seguros, en la montaña o literalmente “bajo ella”. Un espacio de pasillos y oquedades muy recomendable para “perderse”.
En época altomedieval, entre los siglos V y X, albergó muy probablemente en sus estancias el Monasterio de San Miguel en el cerro que lleva el nombre del mismo santo que el monasterio. Desde allí arriba se divisan sus hermanos, que encierran Arnedo: Santiago, Santa Marina, San Fruchos -con su polígono del calzado- y el del Castillo, donde se erigen las ruinas de la alcazaba que en su día fue hogar de una de las familias musulmanas más relevantes de todo el Valle del Ebro durante los siglos IX y X.
Un halo de misterio
Un entramado de luces y sombras, de galerías comunicadas entre sí, de pilares agujereados, como si de un ajedrez se tratara, por columbarios que se reutilizaron como palomares… El incierto origen y los usos que a lo largo de la historia ha tenido la Cueva de los 100 Pilares, excavada en el cerro de San Miguel de Arnedo (La Rioja), le confiere un halo de misterio a este monasterio rupestre construido bajo la montaña. Alrededor, la tradición de los arnedanos de vivir como trogloditas durante siglos, en sus casa-cuevas. El juego de luces y sombras le da un halo de misterio a estas cuevas rupestres.
Una población singular
El entramado medieval del casco histórico de Arnedo, con sus calles empinadas, sus murales en las medianeras y sus antiguos cachimanes, donde se probaba el vino de la casa antes de comprarlo a granel, nos van conduciendo a lo alto de uno de los cerros que rodean este municipio riojano, muy conocido por su industria del calzado.
A los arnedanos les llamaban trogloditas, porque durante muchos siglos vivieron dentro de cuevas. Se piensa que esta tradición de excavar en los terrenos areniscos del valle medio del Cidacos y construir refugios bajo la montaña se remonta a la época de los romanos, cuando huían de los pueblos bárbaros.
Cuevas con mucha vida
El paso de los siglos fue asentando esta forma de vida, donde las cuevas tenían diferentes usos, desde viviendas a establos, bodegas, colmenas o para fines religiosos, como la famosa Cueva de los 100 Pilares, ubicada en lo que se cree que es el antiguo Monasterio Rupestre de San Miguel. El camino nos conducirá hasta el cerro que lleva el nombre del mismo santo que el monasterio.
Reserva de la Biosfera
El Valle de Cidacos fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en el año 2003. Ofrece muchos rincones de interés por sus vestigios monumentales y arqueológicos, como la ruta de los dinosaurios, que cuenta con una enorme colección de huellas fósiles de dinosaurios. La Vía Verde del Cidacos es un paseo natural de 34 kilómetros que recorre el trazado de un antiguo ferrocarril de vía estrecha que dejó de funcionar en los años 60.
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