La verdad es que no es fácil hablar sobre la mentira. Esta podría ser la conclusión de este artículo, pero esta página no merece ese final, sino otro bien distinto.
La mentira ubicua
Hacerlo, hablar sobre la mentira, podría ser tan sencillo como invocar el octavo mandamiento: «No darás falso testimonio contra tu prójimo» (Ex 20, 16), y ya asunto zanjado. Pero la mentira es escurridiza, invasiva, camaleónica. Tiene la capacidad de justificarse, de cambiar de apariencia y adoptar ese aspecto equívoco que vuelve nuestra mente del revés y nos hace incluso llamarla ‘mentira piadosa’. ¿Puede haber piedad, amor, en la mentira? Pues hasta de eso se nos convence, o nos convencemos. Y nos deja atrapados.