El pasado mes de octubre es nuestro mes misionero por excelencia. Y nos imaginamos a Jesús, hablando y haciendo milagros sin parar. También nos imaginamos al grupo de los doce, predicando y haciendo milagros, en nombre de Jesús.
La vida de Jesús
Pero ni Jesús ni los doce llevaban consigo una máquina de hacer milagros. No se hacen milagros como como si fuesen churros. Nada más lejos de la realidad. Los milagros siempre brotan de la fe y del silencio.
La vida de Jesús podríamos resumirla así: treinta años de silencio; tres años de vida pública y tres días más de silencio, en la tumba, antes de pasar a la gloria del Padre. Y ¿qué hizo Jesús en estos treinta años? Prepararse para hacer el bien, como dice san Pedro: “pasó por la vida haciendo el bien”.
Pasó por la vida escuchando, sanando por dentro, curando por fuera, hablando del Reino de Dios. E instruyendo a los discípulos sobre el servicio a los necesitados. Tema difícil, que los discípulos no terminaron de entender, pues ellos también buscaban el poder y la autoridad.
Un domingo de septiembre
Y aquí viene la parte más bonita es este artículo, que sucedió hace unos diez años en el distrito de Santa Anita, de Lima, capital de Perú. Era domingo del mes de septiembre, como éste, en el que estoy escribiendo esta historia, que les va a impresionar a ustedes. Pues terminé de celebrar la eucaristía de la mañana y sin más preámbulos, se presentó nuestro protagonista.
– Hola. yo soy Jokin y vengo de Pamplona. Y antes de que me lo preguntes, te diré que nunca he corrido delante de los toros en San Fermín. Hay que estar locos para correr delante de los toros. Yo, sólo detrás, y aún así, con mucho recelo, no haya algún bicho que se dé la vuelta.
– Bueno, pues yo soy Arsenio y vengo del departamento Amazonas… Y ¿qué haces aquí? Porque a este barrio tan pobre y miserable no vienen los turistas.
– Desde luego. Te diré que soy panadero de profesión, como toda mi familia. Tengo otros tres amigos, que se dedican a la repostería y entre todos hemos ideado un proyecto para ayudar a estas chicas y madres jóvenes que viven sin pareja y sin recursos. O mejor, que sobreviven porque su marido las abandonó y tiene otra familia y otros hijos… Bueno ya conoces el asunto.
– Sí, ya sé de qué va el tema. Pero, continúa, no me dejes con la miel en los labios.
– Pues, un misionero redentorista, de Navarra, nos ha facilitado nuestra labor. Hemos montado un horno para hacer pan y toda clase de repostería. Estamos enseñando a estas mamás jóvenes este oficio que conocemos. El pan que hacen estas madres, es lo que comen sus hijos en los comedores infantiles, antes de ir a estudiar por la mañana. Y además venden el pan y los dulces. Con lo cual aprenden un oficio y tienen unos recursos económicos. ¿Qué te parece?
– ¡Maravilloso, sí Señor! ¡Has dado en el clavo! San Fermín te lo va a premiar con una encantadora novia.
– ¡Óyeme, que quiero aclararte una cosa! Si algún día llegas a conocer a mi madre, no le digas que nos hemos conocido en una misa.
– ¿Y eso?
– Porque le da un infarto y se muere. Yo, desde que hice la primera comunión, no he vuelto a entrar en una iglesia.
– Pues ya sabes, digo para quitar hierro al asunto, que los ateos os vais al infierno. Y además no me explico cómo habiendo tantas ONG’s. Habéis querido contar con el apoyo de los redentoristas…
– Dime: ¿Cuántos años llevan los misioneros en este barrio?
– No sé, tal vez cien.
– ¿Y os vais a marchar mañana?
– Tal vez estemos otros cien.
– Pues por eso. Hay más garantía de que nuestro proyecto se mantenga si lo apoyáis vosotros. Mis amigos y yo nos fiamos en estos temas, más de la Iglesia, que de otros grupos y de otras instituciones solidarias.
– ¡Convencido me has!
Otro tipo de milagros
Bueno, bueno… Vaya revolcón que me he llevado. Y yo, que pensaba que los milagros eran patrimonio exclusivo de los cristianos… Ahora entiendo la frase tan acertada de Jesús: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro».
Jesús reprueba la postura excluyente de sus apóstoles y nos invita a nosotros a buscar cauces de colaboración, con otros grupos y personas que “no son de los nuestros” y que no tienen las mismas creencias que nosotros.
Los apóstoles lo tienen claro: «Se lo hemos querido impedir porque no es de los nuestros». No les preocupaba la salud de la gente, sino su prestigio de grupo. Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar si no se adhiere al grupo.
Tratando de ser imparciales, hemos de reconocer que fuera de la Iglesia católica, hay un gran número de hombres y mujeres que hacen el bien y trabajan por una humanidad, más justa y libre. En ellos está vivo el Espíritu de Jesús y hemos de sentirlos como aliados, nunca como adversarios. No están contra nosotros, pues están, como Jesús, a favor del ser humano.
El papa Francisco nos pide, que trabajemos por “Derribar los muros que nos separan y construir puentes que nos unan y nos permitan trabajar juntos por una sociedad más justa y fraterna…”. Podemos ser tolerantes y comprensivos sin perder la propia identidad.
Arsenio Díez, CSsR
