Páginas desdeICONO ABRIL-15Hace unas semanas vi por la calle un grafiti que decía: “Yo de mayor quiero volver a ser un niño”. Imagino que quién lo escribió pensaba que en el mundo de los niños caben todos los sueños, las ilusiones y los juegos. Decía un filósofo que la niñez es un angosto pasillo oscuro al que miramos desde lejos, pero ya no podemos recorrer. Debe ser cierto aquello de que en cada adulto hay un “principito” exiliado de su planeta, la infancia, ese gran territorio de donde todos hemos salido. Es curioso observar cómo las personas mayores recuerdan, sobre todo, su niñez. Debe ser que la memoria, en la edad madura, hace una alianza necesaria con el mundo de la fantasía, donde todo está por descubrir.

También Jesús nos lo recuerda en el evangelio: “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3). Y lo hace, curiosamente, cuando los discípulos estaban discutiendo sobre quién era el más importante entre ellos. Los niños son símbolo para el Maestro, porque en aquel tiempo no significan nada, no tienen ningún valor social o capacidad de decisión. Jesús coloca la indigencia y el desamparo de un niño frente al deseo de prestigio e influencia que manifiesta la pregunta de sus discípulos. Volver a ser como niños, para Jesús, es liberarse de los deseos de poder, de control y de dominio, es una llamada a la conversión, a recuperar la ilusión por poner un pie en el reino. Hacerse pequeño es la condición para descubrir la grandeza del evangelio. Solo así somos capaces de percibir que nuestro Dios es Dios-con-nosotros, con todos nosotros.

En un tiempo de zozobra, también duro para la Iglesia, quizá el Adviento y luego la Navidad sean un buen momento para regresar “de cualquier modo” a nuestra infancia.

Para dejarnos contemplar por ese Jesús-niño-vulnerable que viene a traernos la paz, el reino. Un tiempo para despertar el misterio que se hace carne en nosotros y nos devuelve a la vida, desde donde estamos. Es verdad que siempre encontraremos la retahíla de excusas: “ya es tarde”, “a mis años no puedo…”, sin embargo, no es cuestión de edad ni de ministerio, es querer abrazar la debilidad que nos teje, al amparo de un Dios que sabemos la habita porque él mismo se hace pequeño. Es cuestión de reavivar la memoria, de llenar el corazón, de abrir los ojos de la fe y, con todo, acoger la venida del Hijo de Dios.

Francisco Javier Caballero, CSsR

director@revistaicono.org

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NAVIDAD ENTRE LAS BOMBAS

La portada que presentamos este mes es la foto de una niña iraquí rezando en su iglesia. Irak es uno de los países más peligrosos para ser cristiano hoy, pues forman una minoría perseguida y amenazada de muerte. En medio de las bombas, del miedo o la inseguridad, encontramos instantáneas que activan la esperanza en el ser humano. Que la oración de esta niña sea nuestra oración, que la rama de olivo que portan sus manos sea nuestra ofrenda de paz y reconciliación para esta Navidad.

Para todos, Feliz Navidad.