Nos acercamos a la celebración del 150 Aniversario de la entrega a los Redentoristas del Icono de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro. Somos misioneros cuya razón de ser, la de todos conjuntamente, es la de “seguir el ejemplo de Jesucristo Salvador en la predicación de la Palabra de Dios a los pobres, como él dijo de sí mismo: ‘Me envió a anunciar la buena nueva a los pobres’” (Const. 1). Somos afortunados de tener bajo nuestra custodia este milagroso Icono que es una de las ayudas más eficaces para la predicación de la Buena Nueva a los pobres.
Una ventana hacia el cielo
Se dice que antes de pintar un icono, su autor se prepara mediante la oración, los actos de penitencia y el ayuno para impetrar la ayuda divina en la obra que sus manos están a punto de dar a luz. Un icono, más que una obra maestra de arte que admirar, es una ventana que se abre ante nosotros hacia el cielo; nos pone en contacto con una historia de fe previamente vivida en la oración, con una historia destinada a ser compartida.
El Icono de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro es un estímulo visual, que gradualmente nos invita a adentrarnos en la historia de nuestra Redención a través de la Palabra hecha carne, que pagó el precio de nuestra salvación, y a través de su Madre que, por la fe, dijo sí a la Palabra para que esta se hiciera carne en ella, y que cuidó con suma ternura al Verbo Encarnado, su Hijo, hasta el momento de su muerte en cruz. En el Icono, María nos dice: “Puedes venir a mí cuando estés turbado, cuando te sientas solo, con miedo; dime lo que sientes, aquello por lo que luchas. Yo te conduciré hasta aquel que es uno con el Padre”.
Una historia extraordinaria
Cuando una historia atrapa nuestra imaginación, persiste en nosotros y nos impulsa a compartir con los demás su contenido a fin de que también ellos puedan experimentar nuestros mismos sentimientos y emociones. Esa historia se convierte en materia prima del actuar humano.
El Icono de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro tiene una historia extraordinaria que contar, una historia que, a través de los años, ha movido a millones de personas a actuar de forma verdaderamente humana, pero divinamente inspirada, amando a Dios y a los demás. Cuando nos situamos ante el Icono y releemos la historia, puede que lleguemos a emocionarnos como niños pequeños que quieren escuchar una y otra vez su cuento preferido. Que esta emoción nos impulse a relatar, una y otra vez, esta historia a todos los que conocemos, transmitiéndoles una experiencia que les ayude a nutrir su imaginación cristiana; y que nosotros sigamos esforzándonos por ser dignos custodios de este extraordinario tesoro.
J e f f r e y R o ll e , C S s R
“Consideren a la Bienaventurada Virgen María como su modelo y socorro, pues Ella, sierva del Señor, al recorrer el camino de la fe y abrazarse de todo corazón a la volun-tad salvífica de Dios se consagró por entero a la persona y a la obra de su Hijo, y cooperó y sigue cooperando al misterio de la redención, como perpetuo socorro en Cristo para el pueblo de Dios. Por tanto, trátenla como Madre, con piedad y amor filial”.
( C o n s tit u ció n 3 2 )