Si el mes pasado hablé sobre qué es la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y cómo, desgraciadamente, muchos cristianos saben poco de ella, siendo como es (según no se han cansado de repetir los últimos obispos de Roma) una parte esencial de la evangelización y sin la que el mensaje cristiano puede verse desvirtuado, este mes voy a centrarme en lo que es el objetivo final de esta doctrina junto con sus dos dimensiones, de las que los cristianos tenemos tanto que aprender.
La primera idea que debemos tener clara es que el objetivo de la DSI es el mismo que el de la Iglesia, es decir, anunciar una buena noticia a las personas y a la sociedad. La buena noticia de que Dios es amor y por ello el amor siembre vence a la muerte. Una buena noticia que nos da esperanza en un mundo desesperanzado, que nos dice que las cosas pueden ser de otra manera, que la fuerza de Dios-amor nos puede liberar del mal, de la muerte, de la mentira… Que nos permite ser nosotros mismos y encontrar no solo un sentido a nuestra vida, sino también una manera de construir un mundo diferente.
La DSI es un motivo de esperanza para nuestra sociedad
Por ello, al igual que la Iglesia, la DSI no viene a establecer obligaciones o normas de obligado cumplimiento, sino a ponerse al servicio de todas y cada una de las personas que componen una sociedad, para que estas puedan realizarse como tales y crecer en humanidad. Y lo hace proponiendo caminos para la construcción de una comunidad en la que reinen el amor y la justicia, en la que no sea la ambición, el odio, la envidia, la corrupción o la guerra los que tengan la última palabra. El empeño de la Iglesia a través de la DSI es aportar orientaciones que permitan la construcción de una realidad diferente.
Las dos dimensiones de la DSI
Para lograr el objetivo de construir el reino de Dios en la tierra, la DSI pivota entre dos dimensiones: la denuncia y el anuncio. La DSI, por un lado, denuncia, pone el dedo en la llaga, resalta las contradicciones de una realidad que, con demasiada frecuencia, no está al servicio de las personas.
No acepta de una manera acrítica la realidad social tal y como se da, sino que la analiza y la estudia a través del prisma de su humanidad, de si está o no al servicio de todas las personas. Por eso la DSI duele y escuece. Porque denuncia la presencia de situaciones y estructuras injustas, porque muestra y señala aquellas circunstancias en las que no se están respetando la dignidad y los derechos de las personas. Porque pone el foco sobre aquellas instituciones y comportamientos que están priorizando otros elementos a costa de sacrificar personas y deshumanizar la sociedad.
Una denuncia que es molesta
Por eso los gobernantes, las autoridades y los grupos de interés o de poder se ven con frecuencia molestos con la denuncia de una DSI que no tiene miedo en realizar afirmaciones que están cuestionando las bases del poder o de la capacidad para enriquecerse de algunos. Denunciar las estructuras injustas de nuestro sistema económico actual, el abuso de los recursos naturales que está acabando con el medio ambiente, las barreras a los movimientos de personas de un país a otro, las guerras y el enriquecimiento que produce el comercio de armas, la falta de capacidad para generar empleo, etc. Son elementos que molestan, que incordian y que no gustan a aquellos que prefieren que todo se quede como está; que no hayan cambios, que la realidad sea la actual, aunque existan posibilidades mejores.
El anuncio es el objetivo de la denuncia
Pero una denuncia sin anuncio es improductiva. Los colectivos y las personas que solamente denuncian, que siempre están diciendo lo mal que está todo y que se encuentran cómodos en una continua crítica a lo que les rodea, de la que no son capaces de escapar, son improductivos y cansinos. Al final, no se les hace caso. La DSI no se queda en la denuncia, sino que es anuncio. La DSI propone objetivos a seguir, muestra valores y criterios de juicio que nos pueden permitir hallar las respuestas adecuadas a los problemas a los que hacemos frente. Nos ayuda a encontrar los caminos que nos lleven a salir de las situaciones injustas. Y el anuncio es mucho más importante que la denuncia, porque esta solamente tiene sentido si es para ponerse al servicio de la esperanza, del compromiso para construir ese mundo diferente y una sociedad mejor. Por ello, la DSI solamente tiene sentido si denuncia para anunciar, para proclamar la buena noticia de que hay maneras de mejorar nuestra sociedad, hay modos de poner las instituciones y las sociedades al servicio de las personas, que esto no es una entelequia, sino un camino de crecimiento.
Una llamada a la acción
Esto nos plantea varios interrogantes a los cristianos ¿Somos realmente esperanza para el mundo que nos rodea? ¿Estamos sabiendo transmitir que la DSI tiene unas orientaciones que aplicadas a la política y a la economía pueden ayudar a construir una sociedad más justa y más fraterna? ¿Somos capaces de anunciar la esperanza de que es posible que todo mejore y no estamos condenados a que las cosas siempre funcionen mal? ¿O nos es más fácil condenar y criticar sin resaltar lo bueno que podemos aportar?
¿Somos realmente esperanza para el mundo que nos rodea?
Enrique Lluch,
Prof. Economía Univ. CEU Card. Herrera