Han transcurrido ya siete años, desde que tuvo lugar la misión en Campo de Criptana, un pueblo de Ciudad Real situado en el corazón de La Mancha, la tierra de Don Quijote. Han pasado siete años y muchas personas, a causa de esta estremecedora pandemia, se nos han ido a la casa del Padre.

Sin embargo, el espíritu misionero, en este pueblo manchego no ha decaído, lo que es un milagro y un motivo de alegría. Así lo compruebo con mucha satisfacción. El resultado de estos cuatro días de animación misionera que vivimos son los 26 grupos que seguirán reuniéndose todos los meses en los hogares. Estos grupos misioneros, que llamamos Asambleas Familiares Cristianas, están dirigidos por los laicos, que son los verdaderos protagonistas de la misión. Son animadores-líderes surgidos con motivo de la misión. Son líderes formados, apoyados y estimulados por otros líderes que son sus sacerdotes: Juan Carlos y Trinidad. Un ejemplo de este liderazgo, y del protagonismo de la mujer en la vida parroquial, es la labor callada y constante de Pilar, para los amigos “Pilarín”. Ahí la tienen en la foto, a punto de devorar ese bocadillo de queso manchego. Ella sola, se come el mundo a base de ilusión y trabajo. Es la que más se ha implicado en estos días de misión. Conoce a todos los habitantes del pueblo. Conoce y ama a la Virgen del Perpetuo Socorro. Se presenta para los lectores de Icono.

¡Hola! Soy Pilar, de Campo de Criptana. – Hola Pilar. Cuenta a los lectores tu compromiso misionero. – No es fácil explicarlo, pero yo me siento profundamente misionera, dentro de mi parroquia y entre mi gente. Claro que a veces me vengo abajo. Y es cuando más necesito la oración. Ahí escucho las palabras de Jesús: “A ti te lo digo, levántate y anda, que te necesito”. Y estimulada por Él, enseguida me levanto y me recupero. Y entonces quiero comerme el mundo y me siento más misionera que nunca, casi tanto como san Pablo. Este sentimiento y compromiso misionero, nació en mí, gracias a la misión que tuvimos en la parroquia hace ya siete años. – Fue una revolución en todo el pueblo, según yo recuerdo. – Desde luego. La misión supuso una gran revolución, que tocó de lleno a jóvenes y mayores. La única vez que se había sentido algo semejante en el pueblo, fue en el año 2011 con ocasión de la JMJ cuando alrededor de los molinos de viento, se dieron cita unos seis mil jóvenes, otros hablan de diez mil… ¡Lo nunca visto! – Y lo bueno, es que fue una movida religiosa… – Eso es. No había política de por medio. Estoy segura que aquellos momentos quedarán para siempre en la mente y en el corazón de la gente de Campo de Criptana. Sin embargo, la misión parroquial, ha sido la actividad más misionera de todas, porque tocó las entrañas de las familias y de las personas. Todo el pueblo estaba “en estado de misión”. Nadie se lo creía, pero fue verdad.

– Después vino un parón inesperado y cruel… – Sí. La pandemia trajo la soledad, el aislamiento y como consecuencia, la paralización de las asambleas y de toda la vida parroquial. Me consta que, durante estos tres años, mucha gente ha añorado y necesitado las reuniones de la misión, tanto como el respirar. Las asambleas familiares eran los momentos más entrañables del mes para muchos vecinos, sobre todo para los mayores. Las asambleas tienen muchos valores, según yo veo: son encuentros de familias y vecinos. Son lugares de oración y son escuelas de formación en la fe. Yo creo que ésta es vuestra aportación más original a las parroquias. Era necesario volver a reactivar las asambleas familiares y dar vida a la parroquia. Y por eso te hemos llamado.

– Pues: “Llegó la hora, levantarse y caminar” – Sí llegó la hora de seguir evangelizando, para mí y para todos los que dirigimos las asambleas. Todos nos sentimos profundamente misioneros, lo cual es un honor y un gran compromiso.

Por último, creo que es justo resaltar la celebración eucarística del sábado por la noche. El coro parroquial sacó a relucir lo mejor de su repertorio y la gente vibró entusiasmada. Según el párroco se reunieron en el templo más de 500 personas. ¡Madre mía! Qué alegría y qué gran fiesta: la fiesta de la fe. Y, mientras Pilarín, termina de comer su bocadillo, yo me doy un paseo entre los molinos de viento, hago una foto y apunto las palabras del párroco: “Gracias a ti por venir. Gracias a todos los misioneros. La misión sigue en marcha después de siete años y eso es una bendición para el pueblo. Lo que te digo lo siento de verdad: la misión parroquial es la acción misionera más acertada de todas las propuestas misioneras que conozco, porque llega a la raíz misma de la parroquia, que es la familia y porque nos convierte a todos en misioneros”.

Muy bien! Pues eso es todo. Saludos desde Campo de Criptana, una parroquia misionada y misionera. Y un abrazo desde el corazón de la Madre del Perpetuo Socorro y que aquí lleva por nombre, Virgen de Criptana. “Por la manchega llanura, se vuelve a ver la figura de don quijote pasar…”

Arsenio Diez, CSsR