Son tiempos de reforma. Está claro. La cuestión es por dónde empezar, qué cambiar, qué pasos dar… Somos gente de este siglo y llevamos en nuestro ADN la necesidad de calcular los riesgos. Quien más y quien menos hace su programación para el futuro: ¿qué pasará? ¿Cómo conseguiré tener la ansiada seguridad? Vivimos, es verdad, la incertidumbre en todos los espacios. También en la Iglesia. El Papa Francisco y sus últimas palabras nos informan de la necesidad de mover los planteamientos. Ya sabíamos que había que hacer algo. Pero ahora la voz viene del Papa y parece como si la necesidad de reforma adquiriese una fuerza que antes no tenía.
Sigue siendo necesario entender la Iglesia como comunidad; sin embargo, los valores de acogida, comprensión e implicación social ahora aparecen con un subrayado nuevo. Son palabras que ya sabíamos, no basta, “Señor, Señor”… pero ahora, con más fuerza, se nos piden gestos de cambio y de verdad. He podido coincidir con algunas personas que están desconcertadas, no saben por dónde empezar… Por eso, creo que es bueno situar inicios, dar pistas y orientar el proceso. Quizá baste, para empezar, con otra mirada. Aquella desde la que se vea la Verdad. Hay demasiados grupos en la Iglesia que no ven más que su verdad, la del círculo pequeño, la de la costumbre, la de la ley o tradición. Son tiempos de apertura, de aire y luz, de dejarse mirar. Cuánto bien haría a nuestras parroquias y grupos cristianos dejarnos mirar por otros, para desde la objetividad encontrar los pasos necesarios de regeneración y vida.
Francisco insiste en el peligro “autoreferencial” que está muy presente en la Iglesia. Nosotros generamos las preguntas y las respuestas, sin caer en la cuenta que el sentido de ser Iglesia, exige abrirnos a una realidad, siempre nueva, que con sus interrogantes obliga a la comunidad cristiana a crecer. Es un tiempo propicio para dejar de mirar como miramos, leer como leemos e interpretar como interpretamos. Es un tiempo de nuevas lecturas, de cambiar de ángulo, de dejarnos contemplar y guiar y así encontrar la verdad, utilidad y sentido de lo que hoy es ser cristiano para este tiempo.
Ilustra nuestra portada una persona volando en para motor. Tal vez sea necesario elevarse sobre lo habitual para descubrir matices, ver desde otros ángulos y comprender que, quizá lo que no podía cambiar, está llamado a hacerlo. La verdad es plural, multicromática. Ser cristiano comprometido admite tantos acentos como personas.Qué gran riqueza perdemos cuando intentamos uniformar, igualar o clasificar. La riqueza de cada persona y cada historia es lo primero que percibimos cuando logramos levantar la mirada, salir de lo nuestro o romper con la costumbre.
Francisco Javier Caballero, CSsR