Es recurrente el anuncio de que en este tiempo no hay vocaciones a la vida religiosa, que ya nadie quiere ser sacerdote o misionero…, es un argumento tan recurrente como falso. El problema está en nuestra percepción de la realidad que sigue apostando por el número y la cantidad. Nos juega una mala pasada la historia, no tan lejana, cuando continuamente escuchábamos o veíamos profesiones y ordenaciones. Esos tiempos de hace unas décadas no son los nuestros; aquella Iglesia no es esta, ni las congregaciones las mismas que hoy siguen desgranando misericordia en el corazón del mundo. Se está escribiendo la historia de la salvación y, en cada época, lo hace con sus trazos, rasgos e intérpretes. Es cuestión de saber leerla.
Para nuestro presente quiere el Espíritu un santo pueblo fiel que busque y encuentre la celebración, la solidaridad y el camino con todos y todo lo creado. Dentro de él, un pequeño grupo –pequeñísimo- que sean noticia directa de en qué consiste la totalidad, la gratuidad y el para siempre del seguimiento. Estos siguen estando y estarán en medio del pueblo, sin confusión y sin privilegio. Solo por vocación.
Para los que dicen que ya no hay llamada y menos respuesta, deben saber que no es verdad. Sigue habiendo jóvenes que descubren la felicidad de su existencia en un seguimiento total y nuevo. Y además han encontrado lugares donde vivir el evangelio sin medida ni tiempo. Son familias religiosas que, sin publicidad ni ruido mediático, anuncian en cada una de sus presencias aquello: “el reino de Dios se parece” a un grupo de hombres o mujeres que, por amor, se consagran al servicio de los demás, lo comparten todo y gozan con la fraternidad.
Pero los tiempos han cambiado y se ha perdido visibilidad y fuerza social. Los jóvenes que hoy se encuentran con la vida religiosa como su camino vocacional no son mayoría, ni deben serlo. No tienen miedo de ser pocos, porque su seguimiento se ilumina y enriquece con la respuesta vocacional de otras formas de seguimiento. Cada vez con mayor claridad vamos comprendiendo que la cuestión vocacional no es solo a la vida religiosa o al sacerdocio, sino de todo el pueblo que tiene que caminar en una cultura vocacional. Desde ella, cuidar la complementariedad, la atención y diversidad, y permitir que cada uno sea quien tiene que ser conforme al corazón de Dios.
Francisco Javier Caballero, CSsR
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4 jóvenes redentoristas
Nuestra portada es expresión de ello. Cuatro jóvenes redentoristas profesan para ser, en medio y de la mano de su pueblo, misioneros de la misericordia. Nuestros hermanos novicios Carlos, Guillermo y Álvaro, después de un año en Colombia, volvían a España para decir, “Sí, quiero”. Además, nuestro hermano Antonio Puerto, vuelto ya también de Belice, decía: “Sí, quiero para toda la vida”. Ellos recogen el testigo y el testimonio de una familia redentorista que vive emocionada estos momentos de vida y que da gracias y celebra el testimonio de fidelidad de muchos otros que ya han entregado su vida, toda su vida.