[highlight]“Todo tiene su tiempo y sazón”; así inicia el autor de Eclesiastés su poema sobre el tiempo (Qo
3,1). No se le pida al niño o al adolescente que haga memoria de su pasado. Aún no lo tiene.
Tampoco se le exija al anciano que renuncie a sus recuerdos. Es su mundo. Hay, pues,
tiempos para recordar y tiempos para olvidar. ¡Tantos ancianos no recuerdan nada! Aquellos
que se mantienen lúcidos en la ancianidad no se recluyen en el pasado, también viven los
afanes y los gozos del momento presente y se asoman con entereza y confianza al porvenir.[/highlight]
El verbo “agradecer” vale para cualquier tiempo.
El autor del libro de Tobías concede a su protagonista, Tobit, una edad plena, símbolo de la bendición de Dios sobre el justo. Tobit murió a la edad de ciento doce años. Casi a la mitad de su vida, cuando tenía sesenta y dos años, se quedó ciego. Después de recuperar la vista aún vivió en la abundancia, sin omitir ninguna de las prácticas caritativas o piadosas. Con tres verbos perfilamos el rostro del anciano Tobit: recordar, sufrir, agradecer.
Tiempo de recordar
El autor del libro convierte a su protagonista en escritor: “Yo, Tobit, me he mantenido en las sendas de la verdad (…)”. Literariamente nos lega Tobit su autobiografía. El escritor presenta al personaje evocando su genealogía.
El protagonista se llama “Bondad” (Tobit). Su hijo es Tobías, nombre que proclama la bondad divina. Es un nombre confesional que significa: “Mi bien es Yahvé”. El pueblo de Dios, disperso entre las naciones, ha de buscar asideros para su fe y su unidad. De ahí que sea necesario recordar.
El autor del libro, y con él el protagonista, recuerda la genealogía de Tobit. Todos sus antepasados llevan la marca divina. Sus nombres son confesionales. El padre de Tobit se llamaba “Mi-bienes-Dios” (Tobiel); su abuelo, “Dios-es-benevolente” (Ananiel). Este era hijo de “Dios-es-alegría” (Aduel), de “Dios-es-excelso” (Gabael), de “Dios-cura”
(Rafael), de “Dios-es-amigo” (Ragüel). Dios ha sido invocado en el seno de esta familia desde generaciones. Contrastan estos nombres confesionales con la hostilidad a la fe que se vive en la tribu de Neftalí, a la que pertenece la familia de Tobit. ¿No es la situación en la que vive un pueblo disperso entre las naciones? ¿No es nuestra situación
actual?.
El protagonista de la novela, que es el libro de Tobías, sintetiza toda su vida en una sola frase: “Me he mantenido en las sendas de la verdad y la justicia a lo largo de toda mi vida” (Tb 1,3). Esa verdad y justicia se concretizan en la limosna, las peregrinaciones periódicas a Jerusalén, la entrega de los diezmos y en enterrar a los muertos. Merece
la pena mantener firmes estos recuerdos.
La Luz que brilla en las tinieblas es Dios, “tierno, clemente y justo”. La luz divina tintinea en nuestra tierra siempre que exista un piadoso limosnero. Le adornan tres cualidades, como réplica de los atributos divinos: el hombre bueno (Tobit), en efecto, es “dadivoso, tierno y atento” (Sal 112,4-5). Tobit, tocado por la bondad divina, está dispuesto a abajarse hacia donde están los pobres y compartir con ellos cuanto tiene. Tobit está dotado de una generosidad sin reservas. Antes de morir, inculca a Tobías que enseñe a sus hijos a practicar la limosna, que les salvará de la trampa mortal. Los ancianos lo han entregado todo, ellos mismos se han dado. ¿No merecen nuestro reconocimiento?
Con las peregrinaciones a Jerusalén, ciudad elegida por Dios entre todas las tribus de Israel, Tobit reconoce que Dios habita en su templo santo. Es el lugar indicado tanto para ofrecer sacrificios como para pagar los diezmos. Todo le
pertenece a Dios. La tierra y la prosperidad son suyas, la vida y también la muerte de él proceden. Tobit: Tiempo de recordar y tiempo de agradecer La Biblia en sus protagonistas Dios está por encima de todo. ¡Con qué nostalgia
recuerda Tobit los tiempos pasados! “Yo, sin embargo, acudía muchas veces, por lo general solo, a las fiestas de Jerusalén” (1,6). En el templo santo adoraba al Dios bueno y cumplía sus deberes religiosos. ¿No son nuestros ancianos, al menos algunos, un ejemplo de piedad para los menos mayores?
Una magnífica herencia
La caridad para con los muertos es la característica más notoria de Tobit. Si un cadáver no es enterrado, el difunto vagará eternamente sin llegar nunca al lugar del reposo. Esto lo sabe Tobit. No duda en arriesgar su vida y su hacienda con tal de que sus hermanos, los hijos de su pueblo, entren en el descanso eterno. Así se comportó Tobit cuando era joven y también siendo ya viejo. Arriesgó su vida y sus riquezas por los demás. Este y otros recuerdos son una magnífica herencia para la generación sucesiva.
No duda en arriesgar su vida y su hacienda con tal de que sus hermanos entren en el descanso eterno
Ángel Aparicio Rodríguez, cmf