Parece que esto de la familia es el leitmotiv preferido por muchos a nivel intraeclesial. Se utiliza como arma arrojadiza y, no pocas veces, como argumento de confrontación: “Nosotros somos así y vosotros no, todos debéis ser como nosotros”.
Pero si hacemos una lectura de lo que fue la familia de Jesús, en el siglo primero mediterráneo, descubrimos que el modelo (dejando de lado las “florecillas” románticas y apologéticas) es, cuando menos, curioso: mujer joven, ya comprometida con un hombre, que acepta la palabra de un ángel sabiendo que la vida se le complica mucho, con la posibilidad cierta de lapidación (que es ley de Dios), sin saber muy bien qué significa todo aquello; varón que opta por renunciar a su honor (lo único que tiene) y a ser menospreciado por los demás, porque sueña con un ángel; niño: Dios encarnado, humanidad divinizada, plenamente; nacimiento fuera de lo “normal”, en un pueblo extraño (para uno de los cónyuges) y en un establo, todo por una orden imperial que quiere contabilizar para tener más control sobre la población; salvado de la muerte por un ángel de las manos de un reyezuelo temeroso de su pérdida de poder (otros no corrieron la misma suerte); emigrantes en un país extraño con costumbres distintas; de clase baja (trabajadores manuales con cierta independencia económica, pero viviendo al día, “danos el pan de cada día”)…
Y cuando crece, Jesús complica más las cosas (o las simplifica, no sé). Amplía la noción de familia más allá de sangre (algo inaudito para aquella sociedad): “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. Que opta por hacerse eunuco por el Reino, dejando de lado su honor y la ley de Dios que daba los hijos y que eran la única herencia y la gloria del pueblo elegido. Que rompe el concepto de pureza e impureza en el que se basaba la religiosidad y el funcionamiento social (todavía en nuestros tiempos); el “dime con quién andas”, en Jesús resultaba (resulta) absolutamente escandaloso…
Y podríamos seguir con muchos más ejemplos. La “Sagrada Familia” nos puede enseñar muchas cosas todavía, muchas…
Miguel Tombilla, c m f