[highlight]Del 21 de enero al 6 de febrero, los redentoristas, a través de su equipo misionero (CESPLAM), han celebrado una misión en Campo de Criptana (Ciudad Real). Un pueblo de 14.000 habitantes, con una preciosa parroquia, Ntra. Sra de la Asunción, que ha tenido tres centros de misión. Durante estos días tan intensos para todo el pueblo, se han reunido 55 asambleas familiares cristianas –entre 1000 y 1200 personas se reunían cada noche–, se han visitado más de 130 enfermos, se ha estado con los más jóvenes, con los matrimonios… Estas palabras quieren recoger el testimonio de lo que se ha vivido estos días con nombres y apellidos.[/highlight]
Es la hora de la misión Llevo horas tratando de escribir algo sobre la última Misión y no se me ocurre nada nuevo ni atractivo, la verdad. Y, también, llevo un montón de años trabajando en la viña del Señor (en esta tarea misionera, que da sentido a mi vida). Te confieso, querido lector de Icono, que cuento las misiones por fracasos y desconciertos. Ninguna misión es igual que las anteriores. Me ocurre como al Caballero de la Triste Figura, que iba de sobresalto en sobresalto. Y el último sobresalto ha tenido lugar en este maravilloso pueblo de La Mancha, que lleva por nombre Campo de Criptana, y del que quiero acordarme el resto de mi vida.
[highlight]Esta es “Tierra de Gigantes” y gigante era la empresa a realizar[/highlight]
Lo habitual es que un párroco nos pida colaboración para animar la “deteriorada” vida parroquial. Pero en esta ocasión, nos ha sucedido al revés. Acudíamos los misioneros hace unas semanas, con el pecho encogido y un tanto asustados, ante el reto de misionar esta parroquia, que según pregonan las buenas lenguas, es la mejor de toda la llanura manchega.
El pueblo es muy grande y, como telón de fondo, se elevan, majestuosos, doce molinos, algunos del tiempo en que Cervantes escribió su obra maestra (Don Quijote). Y de frente, la misión parroquial, como un gigante. Esta es “Tierra de Gigantes” y gigante era la empresa a realizar.
[highlight]Sin duda, nuestra gran aportación a la vida parroquial son las asambleas familiares[/highlight]
Así, el día 21 de enero, nos presentamos cinco misioneros redentoristas, otros lo harían más tarde, en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. Los 42 grupos que inicialmente estaban preparados, se convirtieron en 55, tras el “arreón” final; los mismos que quedan en marcha como el mejor fruto de la Misión. Sin duda, nuestra gran aportación a la vida parroquial son las asambleas familiares; esos grupos que permiten conseguir una parroquia evangelizada y evangelizadora, esos grupos cuyos protagonistas son los mismos laicos, esos grupos que son pequeñas iglesias domésticas, esos grupos que son lugares de encuentro entre vecinos, de oración, de formación y de misión.
Y si echamos las campanas al vuelo…
Pocas veces podemos echar las campanas al vuelo, pero en esta ocasión sí que podemos, así que, atentos al dato: todas las noches se reunían en las casas más de mil adultos. Todos los días eran atendidos los niños y los jóvenes en todos los colegios y en el instituto. Más de trescientas personas acudían a las misas de la mañana, que se celebraban en tres centros distintos. Más de 130 enfermos fueron atendidos en sus casas. El teatro también se llenó de jóvenes para cantar y disfrutar con la presencia y las canciones de nuestro hermano Damián. Se me ocurre añadir, que esta capacidad de convocatoria solo la tiene en España. Ya quisieran los partidos políticos…
Pero no queda aquí la cosa, porque ahora viene la “Semana da la Palabra”, el momento de celebrar la fe. Y también aquí se quedaron cortas las previsiones, como pequeño se quedó el templo parroquial. Tengo casi tantos años como Sancho Panza y nunca había asistido a una celebración penitencial con más de 800 personas, eso sí, sumando los 15 confesores asistentes. La gracia del perdón se derramó en multitud de corazones afligidos y liberados. Y la celebración final fue más concurrida aún y más festiva. Fue una celebración llena de símbolos, agradecimientos y alegría: más de mil fieles, según los más austeros observadores.
Arsenio Diaz, CSsR